martes, 16 de noviembre de 2010

El Tandil de los sueños vivos

La noche comienza a recuperar la rutina del silencio y la bruma. Una familia completa -son muchas familias en realidad- abre su casa sin rejas a la multitud que marcha feliz, que marcha satisfecha pero sedienta, ya no de fiesta, ya no de rock ni de cultura popular, ha sido colmada en todas y cada una de esas aristas, sólo le resta la sed del agua, la más natural y a veces la más prohibida. La señora; la nena; el nene; el abuelo; el novio, todos colaboran, el que no alcanza una botella alcanza una manguera y hasta un vaso. Nos amontonamos, bebemos casi desesperados y agradecemos -más que el agua, la sonrisa- y continuamos la marcha bajo el manto del cielo oscuro y espeso.
Usted señora, jamás entenderá esto. Empezará por no entender cómo puede alguien no tener rejas en la casa, más tratándose de un barrio humilde, de allá lejos, bien lejos, pasando la ruta. Imagínese entonces que menos le pediré que entienda cómo la familia no estaba encerrada en la casa bajo tres llaves y no intentaré ni recordarle lo de compartir el agua y la sonrisa.
A usted señora, que la escuché decirle a su amiga "No te creas que Tandil es así todo el año... tenemos turismo de verdad" y la escuché preguntarse, a modo de conclusión "¿No sé por qué hay tanto mugriento en la plaza?" quiero contarle que Tandil parece ser más grande que las manzanas que se aferran a mantenerse dentro de "las cuatro avenidas".
Quiero contarle que la Juventud vivió su fiesta más grande del año y que usted va a vivir de esa juventud y de esa fiesta seguramente por mucho tiempo. Los pibes que llegaron, con "pelusa muerta en los bolsillos y treinta y cinco mangos sucios" no dudaron en dejar lo que tenían para que su country pueda modernizar su sistema de vigilancia, de cámaras de seguridad, cada vez más entrenadas no ya a alertar delitos, sino pobreza.
La pobreza que ustedes mismos generan señora. La pobreza que sufre la mayoría de la población de Tandil para que ustedes puedan seguir soñando. Este turismo de mentira, le dejó a Tandil, según su mismísimo intendente alrededor de treinta millones de pesos en un día. Sería bueno también que su intendente anuncie en qué plaza va a gastar los tesoros y las miserias que derrocharon los mugrientos este fin de semana.
No pretendo que usted, señora, entienda absolutamente nada. Me basta con poder entender yo, su reacción. La entiendo, y le pregunto: ¿Cuándo fue la última vez que bailó feliz señora? ¿Cuánto hace que no la sorprenden las lágrimas de la alegría? ¿Qué se siente no poder sentir más que miedo? ¿Siente culpa señora? ¿Sabe que somos cada vez más, y cada vez estamos más educados, más juntos, más compañeros? ¿Sabe que todo tiene un final? ¿Siente envidia de esta alegría, de esta emoción que no necesita ni rejas, ni plasma, ni aire acondicionado?.
El sábado pasado estuvo el indio Solari en el Tandil de los sueños vivos, no en el "Tandil Soñado" que vive usted, y le recordó que "hay futuro", que estamos acá, que llegaron casi cien mil almas (jóvenes, pobres, felices) de todos lados sin más que la fe. Le recordó no ya que la juventud somos el futuro, sino que ¡SOMOS EL PRESENTE... Y ESO NOS GARANTIZA EL FUTURO SEÑORA! ¡AUNQUE LE DUELA!